Serie Retiñirán Ambos Oídos
“…retiñirán ambos oídos…” (1o Samuel 3:11; 2o Reyes 21:12; Jeremías 19:3)
Día de Reconciliaciones – Yom Kippur 5774 – Septiembre 14 de 2013
Parte 4
“…si no perdonó o escatimó a su propio Hijo (Romanos 8:32), tampoco a nosotros nos perdonará…”
Qué gana Dios con enviar a un hombre al desierto durante cuarenta años, aislado, sin tratos con el mundo real, ensimismado, al borde del desvarío, desactualizado de todo acontecer? !Qué desperdicio!, dice “el viejo adamcito”; Por qué permite Dios que injustamente encarcelen a un hombre y pase muchos años olvidado en la cárcel? !Qué desperdicio!, dice “el viejo adamcito”; Qué saca Dios con desterrar a un enviado Suyo, esconderlo en un paraje remoto, agazapado en un arroyo cual fugitivo, en la soledad y la escasez, alimentado de lo que le traigan unos cuervos inmundos? !Qué desperdicio!, dice “el viejo adamcito”; Para qué “corretear” un pobre muchacho por el desierto, insignificante cuidandero de ovejas, desarraigarlo para que more en cuevas y sitios inhóspitos? !Qué desperdicio!, dice “el viejo adamcito”; Qué contrariedad es mandar a un hombre a vivir en el desierto hasta la edad de 30 años, que se alimente de miel y langostas, prepararlo para un ministerio express de unos pocos meses y luego devolver su cabeza en un plato? !Qué desperdicio!, dice “el viejo adamcito”; no sería mejor enviar a Jerusalem a Pablo a que aprendiera en el “Seminario Bíblico” de los apóstoles, en lugar de que se fuera al desierto de la Arabia por muchos años? !Qué desperdicio!, dice “el viejo adamcito”; no es lo lógico, lo racional, lo sapiente, tomar esos talentos naturales, esas habilidades natas, y mas bien pulirlas, mejorarlas y perfeccionarlas en las mejores universidades del momento o en las mejores escuelas bíblicas y usarlas para el Reino de Dios? Ya en Ur de los Caldeos, ya en Egipto, ya en Babilonia, ya en Persia, ya en Grecia, ya en Roma, ya en China, ya en Constantinopla, ya en Estambul, ya en Delhi, ya en Ankor, ya en Amsterdam, ya en Inglaterra, ya en Francia, ya en EUA. Y, no es acaso lo aconsejable, lo óptimo, lo sensato, perdonar a lo mejor de la ovejas y de las vacas para sacrificarlas al Señor en vez de echar a perder todo? (“…perdonó a lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas al Señor tu Dios…” 1o Samuel 15:15) …pero !ah corrompido raciocinio! !ah frutos envenenados del árbol de la ciencia del bien y del mal! (1a Corintios 3:19-20; Salmo 94:11).
Deuteronomio 8:2 “…y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído el Señor tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, por probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos…”. Será que Dios necesita saber qué hay en el corazón del hombre? no lo sabe desde el principio? (Génesis 6:5; Jeremías 17:9-10); será que quienes debemos mirarnos al espejo de nuestro corazón somos nosotros? El desierto, entorno de soledad, lugar de aridez, sitio de calor ardiente, paraje de sequedad, camino de sombra de muerte, senda de escasez, tierra no sembrada, es también la porción de todos Sus verdaderos siervos, es símbolo de los tratos de Dios con cada uno en su vida íntima y diaria, de las tribulaciones y los sufrimientos al elegir este Camino; y a su vez, es el mejor sitio para que el Señor saque de nosotros nuestra podredumbre, el mejor espejo de lo que hay en nuestro corazón; allí desnudos de nuestra vanidad, descalzados de nuestra mascarada, permite el Señor vernos tal cual somos, allí aprendemos que no diferimos del pueblo de Israel como creíamos, de la nación que se infatuó contra el Señor, mas bien es la ausencia de colirio en nuestros ojos la que hace que nos creamos mejores que el pueblo de Israel en el desierto; es allí, cuando Dios toca nuestros ídolos, aquello oculto que mas amamos por encima del Señor, que nos permite ver lo intocables que somos, lo “delicaditos”, nos alumbra para ver lo que somos capaces, allí contemplamos nuestro “pataleo” ante el Altísimo como un novillo indómito, en el desierto somos tan osados de “exigir nuestros derechos” ante el Soberano, allí esculca Dios los escondrijos de nuestro corazón y somos hallados faltos.
Dios es “especialista en desperdiciar” al ser humano, en ayudar a malograrlo, en dejar que se seque nuestra savia, en dilapidar lo mejor que tenemos, en dejar que caiga el grano de trigo en tierra y muera; en su misericordia nos permite ver el triste naufragio de nuestra vida, para que aprendamos que es serio y veraz que “…el que quisiere salvar su vida la perderá; pero el que perdiere su vida por causa de mí, la salvará…” (Mateo 16:25); en suma, aprender con resignación y sin amargura, que es mejor que se pierda nuestra vida. Es el gran ejemplo de todos los que han caminado en fidelidad con El a lo largo de la historia. Porque aquí desperdiciar al hombre es sinónimo de morir a sí mismo, de la cruz, de la negación a nuestros sueños y aspiraciones viciados; es entender por revelación que nada bueno hay en el viejo Adam, en el viejo hombre, en la carne, en el yo, en la naturaleza caída, en el ego, simbolizados todos en las Escrituras por Amalec; pues que todo lo que hace equivale a trapos de inmundicia, es vano e inservible, todo lo que toca lo vuelve inmundo, lo infesta, que todas sus intenciones son con doblez; que puede repartir toda su hacienda para dar a los pobres y aún puede entregar su cuerpo para ser quemado pero de nada sirve porque está buscando es el reconocimiento del mundo, el aplauso del público, el henchir su orgullo, la auto-complacencia, el apaciguar su conciencia. Pero Dios, hablando de Amalec, ha decretado “….destruiréis en él todo….y no te apiades de él….” (1o de Samuel 15:3), no hay misericordia para el viejo hombre, no hay tregua, no hay compromiso con él, no hay posibilidad de reforma, ni hay mejoramiento, no hay cura, !ha muerte ha sido sentenciado!. “Y hubo larga guerra entre la casa de Saúl y la casa de David; mas David se iba fortificando, y la casa de Saúl iba en disminución…” (2o Samuel 3:1); David, sombra de Cristo Jesús, Saúl, sombra del hombre caído. Esta es la herencia de todo verdadero creyente, una larga y dilatada guerra entre la carne y el Espíritu, entre el Primer Adam y el Postrer Adam en nosotros, entre el viejo hombre y el nuevo hombre, es un largo y doloroso desangre, pero es el camino estrecho que se nos ha advertido, senda para valientes, camino para los vencedores que están dispuestos a entregar sus vidas, a no acariciarlas, a no contemplarlas, mas bien a menospreciarlas hasta la muerte. “…Porque la carne codicia contra el Espíritu y el Espíritu contra la carne; y estas cosas se oponen la una a la otra…” (Gálatas 5:17); no hay esperanza de reconciliación con la carne o viejo hombre, guerra sin tregua de parte del Altísimo, y dependerá de nosotros escoger a qué alimentamos, a qué le damos prioridad, a qué decidimos seguir, si la carne o el Espíritu. “…a El le conviene crecer, mas a mí menguar….” (Juan 3:30) menguar hasta desaparecer de escena, hasta perder nuestra cabeza y ya decapitados, buscar en Jesús el Cristo, la única Cabeza verdadera.
Si esto nos es revelado por el Padre y no por carne ni sangre; entonces qué es lo que predican hoy en las más de las iglesias tratando de convertir a Adam en cristiano? por qué persisten en mejorar el viejo hombre a través de la religión y de sus ritos? por qué evaden el escándalo de la cruz? por qué creen que asistiendo a una denominación puntualmente, leyendo la Biblia a diario, pagando sus diezmos y ofrendas, obedeciendo a sus líderes, creyendo las interpretaciones doctrinales de su grupo, asistiendo a sus ayunos y vigilias, van a hacer un hombre nuevo del viejo Adam?. Poco a poco ha ido deslizándose el campamento, corriendo las tiendas hacia Sodoma y Gomorra, lentamente el mensaje se ha tornado contemporizador. Pero eso es una trampa y un engaño, el viejo hombre no va a cambiar refugiándose en la religión, por mas que huya a ampararse en los cuernos del altar (1o Reyes 2:28), el leopardo no mudará sus manchas (Jeremías 13:23); cuando predican cosas bonitas y agradables para la carne, cuando le hacen el quite a la muerte de cruz, cuando mejor es predicar cosas positivas, “mensajitos” que alienten al pueblo, que le prometan el éxito en este mundo, que no lo asusten, que no lo intimiden, que lo animen en su alma con las muchas actividades de la iglesia, que entretengan sus sentimientos con la música; cuando mejor es no hacer desmayar el ánimo de los discípulos, sabemos entonces que el espíritu del humanismo ha hecho huero el vituperio de la cruz, y que eso es buscar un atajo para entrar al Reino; es un engaño en cuanto que curan livianamente una enfermedad terminal, reaniman a quien deben desahuciar, tratan de revivir a quien deben rematar por medio de la fe y la obediencia, porque el viejo hombre tiene una herida desahuciada que no admite cura, la carne para nada sirve, para nada aprovecha (Juan 6:63); la carne, carne es, contumaz cual indómito novillo (Juan 3:6), y lo que es nacido de la carne nunca se convertirá en Espíritu, por eso NUNCA podrá agradar a Dios: “….porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede…” Romanos 8:7-8. Podrán llevar al viejo hombre a las denominaciones cristianas, podrán hacer un prosélito de él, podrán hacerle repetir y confiar en la oración de entrega, podrán bautizarlo, podrán darle a tomar la Cena, podrán sacarle este o aquel demonio, lo harán vestir de tal o cual manera, podrán oírlo cantar muy afinado en el coro, podrá dejar de hacer esto y aquello, podrá perseverar fielmente a su denominación pero NO PUEDE ni sujetarse ni agradar al Señor, a lo sumo devendrá en fariseo, en religioso. El único remedio no está en nosotros, está en Otro. Si hubiera remedio para el viejo hombre, no hubiera habido necesidad de que el bendito Emmanuel se encarnara, muriera en un madero y hubiera resucitado para encabezar una nueva creación, una nueva raza, la generación del Cristo, la Generación del Hijo Varón, por eso es el Primogénito entre muchos hermanos para que en todo tenga el Primado. Allí radica el peligro de estas denominaciones cristianas, que predican un falso evangelio halagüeño, hedonista, suave, moderno, acomodaticio, un atajo para evadir el escándalo del madero, que vende vano socorro, falsas esperanzas, ciegos guiando a ciegos.
Todo el propósito del desierto, cuanto leemos en la primera epístola de Pedro, que es casi una oda al sufrimiento, bien podríamos reducirlo a que no nos maravillemos cuando seamos examinados por la candela como algo peregrino (1a Pedro 4:12), sino que nuestro padecimiento en el Señor es compañero inseparable de esta carrera, y que nos armemos del mismo pensamiento (1a Pedro 4:1); toda la aflicción que nos permite el Señor, toda la adversidad que nos llega de su mano, tanta apretura de alma, todo cuanto contraría nuestra existencia, todo fuego y tribulación, toda circunstancia que humilla nuestro ser, cuantas veces creímos que pereció la esperanza, la mísera soledad cual retama en el desierto a pesar de estar acompañados, el tedio de nuestra cotidianidad, todo dolor que nos parece insufrible, y todo el inatajable naufragio de nuestro ser, tiene el cometido de acorralarnos y que al fin desistamos del intento y gritemos: !Miserable de mí!, quién podrá liberarme de este hombre viejo? !Ay de mí!, quién podrá desatarme de esta carne?, y por revelación del Padre podamos ver que es nuestro Salvador y Redentor Jesucristo, quien solo puede y vino a hacerlo! Que luzca El grande y poderoso, Aleluya!!!!! (Romanos 7:24-25). El puede, nosotros nunca. Es El quien lo hará, no nosotros; solo nos compete creer con la fe de El, confiar en que El lo obrará, para que por la fe y la paciencia heredemos estas promesas, porque nosotros no podemos matar al viejo hombre, ni queremos destruir del todo a Amalec. Que podamos asimilar y consentir que el remedio de Dios es la cruz, la muerte al viejo hombre, sin tregua, para que Cristo sea formado en nosotros. Hasta que nos sea revelado ese alto sitio de honor predestinado para cada sincero creyente: crucificados juntamente con Cristo en el madero. Y esto, para que no tengamos opción de vivir nosotros sino El en nosotros y a través de nosotros, compartir su madero para que también podamos compartir su gloria. Nuestro pan de angustias y aguas de aflicción son el privilegio de participar de los sufrimientos de Cristo para que también seamos dignos de reinar con El y ser coherederos de su Reino a manifestarse en breve. No puede haber dos reyes gobernando en nuestra vida, no podemos porfiar contra El diciendo: “…Señores somos…” (Jeremías 2:31), o abdicamos o El no reina; solamente cuando muera el rey (figura del yo), podremos ver al Señor Majestuoso en su Trono (Isaías 6:1); es menester que el reino de cada uno de nosotros sea pesado en balanza y hallado falto, y sólo así, dejarnos vencer por el Vencedor para ser vencedores como El, siguiendo sus pasos, muriendo para tener vida eterna; !Grande misterio!
“…Desperté también sobre vosotros atalayas, que dijeran: Escuchad a la voz de la trompeta. Y ellos dijeron: no escucharemos…” (Jeremías 6:17). Plaga muy recia, lepra muy avanzada tenía Israel en tiempos de Jeremías, semejante a cuanto en nuestros días presenciamos con el campamento llamado cristiano. Estamos caminando en una hora en la historia en la que debemos afligir nuestras almas para que nos de Dios verdadero arrepentimiento y podamos enmendarnos, a fin de que nos sea revelado ese oculto novillo indómito, para luego herir el muslo y que El nos convierta (Jeremías 31:18-19).
Ni es la médula de estas letras el que Usted amable lector salga de una iglesia, denominación o grupo, sino que discierna entro lo inmundo y lo limpio; que escuche la voz del Señor en esta hora crucial sin intermediarios, sin interferencias, para que así pueda obedecerle en el propósito singular para su vida. Salir del sitio donde Usted se reúne es algo que no me compete, sino al Señor; si por revelación El lo guía a salir, obedecer es mejor que sacrificios; si no es guiado a hacerlo, permanezca fiel a El donde se encuentre, que Dios es poderoso para guardarlo sin emporcar su alma aún en el sitio más depravado (Judas 24), tal y no de otra manera, como fueron guardados Simeón y Ana (Lucas 2:25-26 y 36-38) o Zacarías y Elizabeth (Lucas 1:5-6) testimonio de que Dios guarda a los que en El se fían en medio de un sacerdocio corrupto, de un templo que se había tornado en guarida de ladrones, en medio de un pueblo que adoraba a Dios sólo de labios, cuya relación con el Señor se basaba en formalidades externas, en medio de un Judaísmo lleno de ritos, de religiosidad, fariseo y saduceo, que no entendió su propósito en la tierra, aunque en breve lo entenderá; ni va dirigida esta palabra a aquellos que con el corazón limpio y constreñidos por el Espíritu de Dios están desempeñando fielmente un ministerio dentro del Cuerpo, sino a aquellos mercaderes de la fe, falsos apóstoles de la prosperidad, fraudulentos profetas del dios Mammon, esquiladores de ovejas, lisonjeros y aduladores que gustan de hablar lo “políticamente correcto” cuando es menester una voz de trompeta que conduzca al arrepentimiento, tiempo para darle malas nuevas al viejo hombre; pero estos, servidores del vientre, de lo terrenal, manipuladores de las Escrituras, muchos de los tales ni han sido llamados ni enviados pero han salido a aprovechar la comezón de oír, otros que han comenzado bien su carrera y se han torcido por el afán del lucro, pregoneros de un mensaje amanerado en una hora de apostasía, son como cobre y hierro, metales corruptores; cuando la visitación prometida se halla a la puerta, cuando se cumpla el tiempo señalado, qué harán al fin?. Va pues esta palabra a los seguidores de todo viento de doctrina, a los inconstantes que buscan cualesquier nuevo “mover”, van tras todo ruido y cuanta moda espiritual aparezca, cabras que comen cualquier suciedad espiritual, a diferencia de las verdaderas ovejas que oyen la voz del Buen Pastor y no siguen a desconocidos sino que huyen de ellos; pero estos se aficionaron a recibir falsas unciones, milagros y señales sin discernir de qué reino provienen, que desean oír profecías de la prosperidad material, del éxito y la amistad con este mundo, que alientan al viejo adamcito. No es una hora de tibiezas, no es tiempo de puerilidades, no es momento de juegos y condescendencias, el sonido de las trompetas celestiales horada nuestros oídos, el shofar sube de decibeles, sentimos cómo su tonada significa: “Arrepentíos que el tiempo de la visitación ha llegado y, quién os enseñó a huir de la ira que vendrá….?”. Es mas tarde de lo que pensábamos, pero Dios es rico en misericordia, esperando que todavía halla quien escuche y se torne, aguardando mañana a mañana como el padre al hijo pródigo, dilatando y esperando a que se complete el número de nuestros hermanos que estamos esperando.